sábado, 2 de julio de 2011

Los días pasan. Poco a poco. Y sin apenas darnos cuenta hemos pasado de tiritar de frío a un calor sofocante. De protestar por la cantidad de trabajos que teníamos a vernos ante el último examen de nuestra carrera. De repetirnos una y otra vez lo maravilloso que sería comenzar otra etapa a entrarnos la morriña pontificia.
Ya es julio. Un mes de julio en el que nos hemos repartido entre Salamanca, Zamora y Madrid para afrontar las que serán nuestras últimas prácticas como becarias. Distintos caminos. Nuevos destinos que nos emocionan y nos asustan, pero que no dejan de recordarnos de dónde venimos y cuál fue nuestro lugar de referencia. A mí, por lo menos, me sigue llegando el dulce olor a la piedra dorada de Villamayor. A esa Salamanca que me hizo llorar y con la que emprenderé un nuevo camino, muy próximo al anterior, pero nuevo al fin y al cabo.

 
 

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