Todos somos niños en el alma. Y es que, el aumento medido en número de años y de centímetros no tiene por qué significar obligatoriamente el abandono hacia una madurez de libro. Que nos lo digan a nosotros cuando nos mojamos, nos manchamos de chocolate o nos llenan el pelo de harina.
Que ellos disfruten de su niñez y que nosotros lo veamos.
Bienvenidos a los juegos infantiles. Desde luego, no será por caras tristes.