sábado, 3 de septiembre de 2011

Ojeras y seguridad en sus entrañas. ¡Qué ambivalencia de chica! Se lima las uñas con las paredes de los edificios, ríe cuando todo el mundo estalla en un mar de sollozos y lamentos. Salpica a los demás con su inconformismo disfrazado de rebeldía.

Ambivalente. Como ella sola. Como cuando se regocija en ombligos ajenos, apoyando su cabeza en la espalda de la gente porque no cree en sus gestos. Se pinta los párpados con acuarelas y toca el piano con los dedos de los pies. Toquetea los libros cubiertos de polvo y, a continuación, sin lavarse las manos, se cepilla el pelo. Coleta alta. A la altura de su cielo –más allá del Empire State-.

Se incorpora en el taburete del baño y piensa en él. Siempre tan sofisticado. Tan ajetreado. Tan suyo. Ella nunca llevaría ese batín de franela, ni haría una colección de pipas. Ella nunca leería a un Tom Clency ni a un Alejandro Dumas. No. Ella prefiere la inmersión libre, zambullida directa a Los árboles mueren de pie. Donde esté la locura de Alejandro Casona y el martirologio del Vaticano que se quite lo demás. Es ella. Fanática. Una patológica incurable. Alérgica al nivel del suelo. Loca.

1 comentario:

  1. Hola!
    El vestido lo vi en la web de mango, pero ya no lo encuentro!
    Quizá en tienda tengas más suerte, o en breve lo repongan on line.
    Un beso!

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