domingo, 29 de mayo de 2011

"Por primera vez se enfrentó con la certeza de la imposibilidad del regreso, con las consecuencias del paso del tiempo que había transcurrido sin piedad. Los días se deslizaban sin ruido, venían los meses y los lustros, pero en ningún momento pensó que iba perdiendo definitivamente todo lo que dejaba atrás, los años de estudiante, los primeros libros, las amistades que nunca creyó que pudieran no ser eternas, los lugares por los que había pasado de puntillas y renunciando a hacer suyos mientras buscaba a tientas por todo el mundo su propia geografía. Tuvo que admitir que estaba perdiendo en el camino de ida, y ya era demasiado tarde para volver con la frente marchita, porque de una cosa estaba seguro: ya no había ningún sitio al que volver. Y en los días sucesivos se dio cuenta de algo terrible: tampoco había ningún sitio en el que quedarse".

Que veinte años no es nada
MARTA RIVERA DE LA CRUZ


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