Nos marcan los días, las tardes interminables, las comidas a bases de pinchos y ensaladas sin más excusa que la de tragarse un par de paracetamoles para afrontar las clases prácticas y "los retos". Nos marcan los cafés amenizados por los cotilleos de la facultad. Nos escandalizamos con los rumores. Por los cambios de clase a última hora. Nos indignamos con el pasotismo de la gente y nos enamoramos a las puertas de clase. Mejor dicho: OS. Por cierto: que dicen que un oso furioso ha llegado a la facultad para poner fin a su voraz ansia por el estrés. Me da a mí que aquí se da a dar un buen festín. ¿Que sólo nos van a dar tres entradas contando con la nuestra para acudir a la graduación? ¿Que en el examen de Derecho de la Información debemos saber de qué color era el bañador de Álvarez Cascos o, de lo contrario, suspenderemos? Que la nuestra no es la Facultad de Comunicación, sino la Facultad de la Des-Información.
Al fin y al cabo en eso han consistido estos cuatro años: en saturarnos la cabeza de rumores, dichos, des-informaciones y falsos testimonios como mejor método para darnos a probar de nuestra propia medicina. Mejor labor pedagógica imposible. Que somos periodistas y que esta Facultad es la responsable de que sigamos adelante con nuestro sueño.
Y que miro las fotos de la graduación y me parece mentira que hayan pasado ya cuatro años desde que nos conocimos...
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