"Solía besarme en la espalda. No eran besos normales. Apoyaba sus gruesos labios en mi piel, como si fueran ventosas. Eran besos mojados. me acariciaba la espalda durante horas. Me besaba sin parar. El milagro de los panes y los peces. Más hay cuanto más reparto. Nadie me había besado así antes. Temo que nadie volverá a hacerlo".
Amor, curiosidad, prozac y dudas
LUCÍA ETXEBARRÍA
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