Ella se bebe las calles. Se bebe el agua que corre por las acequias, el agua que se deposita en el plato de las macetas, y hasta los restos de los hielos de su copa.
No importa su nombre. A ella no le gusta perder el tiempo en cosas innecesarias. Ella rasga sus vestiduras. Abandona sus zapatos de tacón y se enfunda sus chiruca para escalar el complicado ascenso a la cima de la comprensión. El "Monte Olimpo" para los peregrinos. Poeta maldito y extravagante.
Ella es diferente. Su acento andaluz choca con los silencios que no pronuncia. Sus pantalones, manchados de rareza y despreocupación han adquirido un cierto color de neohippie. Como su tierra, ella es diferente.